miércoles, 3 de febrero de 2016

PARAFRASEANDO A LOWEN:

EL LENGUAJE DEL CUERPO
(Alexander Lowen)
INDICE
Prefacio 

PARTE PRIMERA

1     Desarrollo de las técnicas psicoanalíticas 

2 Aspecto somático de la psicología del yo 
3 El principio del placer 
4 El principio de la realidad
5 La concepción bionenergética de los instintos 
6 Los principios bioenergéticos en la terapia psicoanalítica 
7 El análisis del carácter
8 Formación y estructura del carácter

Prefacio
        Es indudable que el punto de vista del psicoanálisis es insuficiente para resolver los problemas de inadecuación del comportamiento de las personas tratadas. Es conveniente pensar que para producir la “cura” del comportamiento, es necesario atender también al aspecto de la motilidad corporal. Como se trabaja en forma simultánea con los aspectos mentales y corporales de una persona, conviene comprender que la transferencia y contratransferencia se usan para alcanzar acercamiento afectivo en el tratamiento, pero también conviene tener en cuenta que es necesario que haya un equilibrio, y sólo debe llegar hasta cierto límite; de no ser así, nos indica que el terapeuta aún no está totalmente preparado.

PARTE PRIMERA 

Desarrollo de las técnicas psicoanalíticas 

     Esta es una historia llena de éxitos y fracasos. Freud dedicó sus esfuerzos a esclarecer el problema de la histeria. El proceso de sacar a la luz los datos del inconsciente va acompañado de malestar, por lo que el paciente lo rechaza una y otra vez. Hay que insistir en la importancia de una actitud positiva de Freud hacia la sexualidad como arma terapéutica en los primeros tiempos del psicoanálisis, pese a la atmósfera moral imperante adversa que se estaba viviendo en aquella época. La transferencia se basó y sigue basándose en la proyección de los deseos y temores sexuales reprimidos en el psicoanalista.   

Luego llegan nuevos psicoanalistas con un nuevo enfoque de la terapia, entre ellos Ferenczi, quien comienza a aplicar, sin el consentimiento de Freud, la denominada “técnica activa”. Esta técnica activa consistía en imponer al paciente algunas áreas, además de las reglas fundamentales (llegar a la hora, y cumplir con el tiempo definido). Tal concepto de “técnica activa” fue notablemente ampliado en la terapia ofrecida por W. Reich. A veces resulta útil recomendar ejercicios de relajación ya que dicha relajación permite superar inhibiciones psíquicas y las resistencias a la asociación. Ferenczi amplió considerablemente el concepto de análisis. La técnica de la asociación puramente pasiva, parte de  cualquier superficie psíquica donde esté presente y retrocede hacia las áreas debilitadas y preconscientes del material inconsciente, podría denominarse “análisis desde arriba”, para ser diferenciada al análisis desde abajo. Cuando el yo es parte inseparable de la misma estructura que constituye el problema fundamental, el “análisis desde abajo” consigue evitar la defensa que aquel erige frente a los ataques que se le dirigen. Es entre la psicología del yo por arriba y las tensiones y trastornos somáticos por abajo.    Los conceptos y procedimientos de la técnica activa, es decir, del análisis desde abajo o enfoque somático, debían ser ampliados. Según plantea Reich, el orgasmo tiene por misión descargar el exceso de energía del organismo. Si la descarga está bloqueada o es insuficiente se produce ansiedad. El placer personal garantiza el bienestar emocional del individuo. La identidad funcional entre tensión muscular y  bloqueo emocional formulada por Reich fue una de las grandes intuiciones surgidas en el transcurso del tratamiento psicoanalítico de los trastornos emotivos. El término “neurosis” se puede ampliar hasta designar  un trastorno crónico de la motilidad natural del organismo. En este caso, la neurosis es equivalente a una disminución o limitación de la “agresión”  entendiendo esta palabra en el sentido etimológico de moverse hacia, avanzar.


LA NEUROSIS LIMITA LA  MOTILIDAD Y 
CON  ESTO LA CAPACIDAD DE AVANZAR
 
El análisis a nivel somático reveló que los pacientes contenían la respiración y contraían el vientre a fin de eliminar la ansiedad y otras sensaciones, se observa que esta es una práctica muy frecuente, sobre todo en aquellas situaciones que son percibidas como amenazadoras o dolorosas, uno retiene el aliento, contrae el diafragma y comprime los músculos abdominales. Al liberar la tensión se produce un suspiro. Si esto se convierte en un estado permanente se observa a una persona con el pecho inflado, dando por resultado una persona con pérdida de afecto y con un debilitamiento  del tono emocional.

El movimiento y la expresión son las herramientas de que se sirven estos procedimientos analíticos; cuando es necesario, son complementados mediante la acción directa sobre la rigidez muscular. Es importante que nos demos cuenta del poder inherente a estos procedimientos. Con esta técnica no nos ocupamos de los derivados del inconsciente sino del propio mecanismo inconsciente de la depresión. De este modo es posible traer los efectos a la conciencia con una intensidad imposible de alcanzar a nivel verbal. La descripción que hace Reich de las tensiones musculares específicas, de su función como mecanismos de defensa y como expresión de los impulsos secundarios constituye una valiosa lectura para toda persona interesada en la dinámica de la expresión corporal. Si admitimos la unidad funcional del carácter y de la pauta de rigidez muscular, hemos de encontrar un principio fundamental común. Este principio no es otro que el concepto de procesos energéticos.



LA TERAPIA CONSISTIRIA EN 
POSIBILITAR LA RECUPERACION DE LA MOTILIDAD


Nosotros trabajamos con la hipótesis de que existe una energía fundamental en el cuerpo humano que se manifiesta tanto en los fenómenos psíquicos como en el movimiento somático. La denominamos simplemente bioenergía. A nivel superficial, la unidad sólo es posible en términos de función, y  la función unitaria que tiende el puente entre la psique y el soma no es otra cosa que el carácter.

Aspecto somático de la psicología del yo  

     Aunque el psicoanálisis esté considerado como una disciplina limitada al estudio de los problemas psíquicos, este, tuvo su origen en las alteraciones de las funciones somáticas; alteraciones no atribuidas a daños orgánicos, Entre las alteraciones tenemos: La histeria, la neurosis, la ansiedad, la neurastenia y el comportamiento obsesivo compulsivo.

Reich formuló la ley  fundamental de la vida emocional, es decir, la unidad y antítesis de la función psicosomática. El propósito de este libro es ampliar el principio del “análisis desde abajo” y poner a disposición de los terapeutas el conocimiento de los procesos somáticos dinámicos que subyacen a los fenómenos psíquicos observados en el análisis. Actualmente, para comprender el carácter y la dinámica de la terapia bioenergética es preciso conocer detalladamente la psicología del yo (Freud). El concepto del yo (ego) es fundamental en el pensamiento psicoanalítico. El yo (ego) es lo primero que encontramos cuando volvemos la vista sobre nosotros mismos. En todo individuo existe una organización de los procesos mentales a la que llamamos su yo. Este yo incluye la conciencia y controla los accesos a la motilidad, es decir, a la descarga de excitaciones en el mundo exterior. Esta institución de la mente regula sus propios procesos constitutivos y por la noche se va a dormir. Existen buenas razones para comparar al yo, al menos en alguno de sus aspectos con una ampolleta eléctrica, ya que la inteligencia es una luz. ¿No ocurre algo similar en el sueño?, Cuando la excitación se aquieta, la luz que es el yo se debilita o se apaga. En los primeros tiempos, Freud se dio cuenta de que el mejor estímulo para el sueño era la actividad sexual. Hoy sabemos que el orgasmo sirve para descargar energía o tensión facilitando de ese modo el sueño. Pero el yo es algo más que una luz en la actividad inconsciente. También controla el acceso a la motilidad, o más bien controla la motilidad. Dentro de ciertos límites, el yo puede provocar una acción o contenerla hasta que las condiciones sean las adecuadas. Puede inhibir acciones e incluso reprimirlas más allá de la conciencia. El yo es como un foco que se puede orientar tanto hacia afuera, a través de los órganos sensoriales, como hacia dentro, percibiendo señales emergentes del propio cuerpo. Sabemos, además, que tiene el poder inherente de adaptar los impulsos  a la realidad de un modo similar a los reguladores electrónicos. La resistencia que el paciente muestra en el psicoanálisis sólo es la expresión manifiesta de la luz roja de la represión. El yo sólo puede incluir aquellos elementos inconscientes impulsos, sensaciones – temores- que en un momento fueron conscientes y más tarde fueron reprimidos. El individuo que de niño no experimentó de un modo consciente ciertas sensaciones, no puede adquirirlas por medio del psicoanálisis. Si una persona ha padecido un sentimiento de falta de seguridad al principio de su vida, lo que necesita de la terapia no es sólo el análisis, sino la oportunidad y los medios de obtener esa seguridad en el presente. Mientras la relación entre las percepciones externas y el yo está completamente clara, la relación entre éste y las percepciones internas requiere una investigación especial. (Focusing).  

El yo tiene por núcleo el sistema de percepción y comprende lo consciente aunque esto debe ampliarse a todo lo que alguna vez fue consciente, es decir, lo inconsciente reprimido y lo preconsciente.

YO

SISTEMA PERCEPTIVO

CONSCIENTE


INCONSCIENTE REPRIMIDO

PRECONSCIENTE
 



El fundamento de todas las técnicas bioenergéticas es que el yo no sólo comprende las percepciones, sino también aquellas fuerzas internas, los elementos indeterminados de Freud, que dan origen a las percepciones. Si el sí mismo se identifica con el sentimiento, del que la percepción es tan sólo una parte, el individuo no considera su yo como un fenómeno puramente mental. En tales individuos, la percepción es simplemente un componente de la acción consciente. La percepción es sólo un componente de la consciencia pero es necesario identificarse con el sentimiento, por tanto no debiera situarse el yo sólo en la percepción. La observación de algunos pacientes revela una falta de intensidad en el tono sentimental y lo que es más importante, una falta de vigor en la acción y en la expresión. En tales casos, constituiría un error situar el problema en el sistema de percepción. Un yo fuerte es signo de salud emocional, pero puede coexistir con una grave neurosis si su energía se emplea básicamente para la represión. El yo tiene por misión transmitir la influencia del mundo exterior al ello, a sus tendencias y esfuerzos, a fin de sustituir el principio del placer imperante en él por el principio de realidad. En el yo, la percepción desempeña el papel que en el ello corresponde al instinto. En comparación con la labor inconsciente de coordinar los miles de millones de células, las miríadas de tejidos y los muchos  órganos del ser humano, las facultades de la razón y la imaginación parecen pequeñas e insignificantes. E incluso ellas han evolucionado del gran inconsciente como la flor brota del arbusto.



PERCEPCION


YO


INSTINTO


ELLO
 


Habrían tres áreas para clasificar lo inconsciente:

1.    El Estrato más profundo del inconsciente y primera categoría corresponde a las actividades que nunca se hacen conscientes. Actividades orgánicas de las que no podemos ser conscientes.

2.    La segunda categoría comprende aquellas actividades que pudieron haberse hecho conscientes, pero que nunca lo hicieron. Pueden ser hechos conscientes, eso sí mediante un esfuerzo consciente. El niño que aprende a caminar cuando los músculos aún no son lo suficientemente fuertes ni están los suficientemente coordinados para dicha actividad desarrolla una fuerte tensión en los músculos del muslo (anterior, lateral y posterior). Esto sucede cuando al niño se le deja solo pues el niño trata de levantarse y avanzar hacia su madre. La tensión existente en estos grupos de músculos, dan al muslo la fuerza necesaria para sostenerse pero a costa de la gracia y el equilibrio natural.

3.    La tercera y última de las categorías del inconsciente, comprende a lo inconsciente reprimido. El súper yo comienza a existir como una formación de defensa del yo, la cual cristaliza y se estructura  al principio de la vida. Depende esto del entorno en el cual crece el organismo. Su persistencia se debe a que está estructurada como una limitación inconsciente a la motilidad, que el organismo no se atreve a superar. El súper yo es, por tanto una parte del yo que se ha vuelto inconsciente y que utiliza su energía para bloquear sus impulsos del ello (inconsciente), de un modo que empobrece y limita al yo.


INCONSCIENTE


FUNCIONAMIENTO CELULAR DEL CUERPO


ACTIVIDADES QUE PUEDEN HACERSE CONSCIENTES PERO QUE NO SE  HA TRABAJADO EN ELLAS


INCONSCIENTE REPRIMIDO
 



El Yo representa procesos psíquicos de los que somos conscientes, y que afectan a actividades que nos ponen en relación con el mundo exterior. La ley fundamental de esto es: Una actividad se hace consciente al incidir sobre la superficie del cuerpo, ya que sólo de este modo puede ponerse en relación con el mundo exterior. Toda sensación, toda percepción depende del movimiento. El sistema de la percepción consciente está situado en la superficie de la corteza cerebral. El ello por el contrario, está relacionado con los procesos que tienen lugar bajo la superficie. También en este caso la descripción de los procesos del ello están situados en las profundidades y es aplicable a los procesos somáticos y a la representación psíquica de tales procesos. En un impulso surgido desde el núcleo del ser humano, la musculatura, además de permitir el movimiento corporal, también puede contener al impulso. Al contener al impulso, el músculo realiza trabajo, gasta energía, en mantener el tono, y este tono puede ser consciente o inconsciente. Un grupo muscular puede mantener un estado de contracción crónico. Los músculos se ponen tensos cuando frenan conscientemente un impulso. Del mismo modo que a nivel psíquico, el súper yo impide que ciertos pensamientos alcancen la consciencia, a nivel biológico, los músculos en estado espástico, contraídos de manera crónica, impiden que algunos impulsos lleguen a la superficie. De modo que a través de las estructuras musculares de la persona, es posible deducir la naturaleza del súper yo de la misma. Podemos decir que la pauta de tensiones musculares del individuo, determina su grado de expresión y que dicha expresión está relacionada con la estructura de carácter.


LA MUSCULATURA PUEDE


PERMITIR UN MOVIMIENTO


CONTENER UN IMPULSO


PUEDE SER CONCIENTE O INCONSCIENTE


EL MANTENER EL TONO GASTA ENERGIA
 



La organización de los procesos mentales se puede relacionar con la correspondiente organización de los procesos corporales. Los conceptos de yo, ello y súper yo tienen su duplicado  claramente definido en el terreno somático. El origen es el centro de energía del organismo situado en las profundidades  de los procesos del ello. El propósito corresponde a la dirección biológica. El objeto es el estímulo del mundo exterior que actuando sobre la superficie (Yo) hace surgir el impulso. Sólo el objeto se encuentra bajo control del yo. Esta disociación de las tendencias instintivas básicas parecería ser el precio que hay que pagar para poder llevar una vida civilizada.


PRECIO DE UNA VIDA CIVILIZADA



DISOCIACION DE LAS TENDENCIAS BASICAS INSTINTIVAS



El yo ideal consciente se forma una vez que el niño supera la etapa edípica. El yo ideal consciente, opuesto al súper yo inconsciente, parece adoptar una forma definitiva a la edad en que sale la dentadura permanente. A partir de entonces y a lo largo de toda la vida, el yo es constantemente evaluado y ajustado. El yo y sus derivados el súper yo y el yo ideal, están sujetos al impacto de nuevas experiencias en la vida del individuo. El desarrollo emocional no sería posible si estas nuevas experiencias no pudieran ser integradas en sistemas ya existentes. Para lograrlo, el yo ha de abrir sus barreras para dar paso a los impulsos. Cuanto mayor es la experiencia mayor ha de ser la apertura. Se trata de que el yo se deje literalmente inundar por cada nueva experiencia vital de manera que surja un nuevo yo en el que dicha experiencia esté debidamente integrada. Pero ello sólo es posible si el yo se extiende en profundidad. Donde el yo tiene que luchar por sobrevivir frente al súper yo,  es imposible que se produzca un desarrollo importante. El problema consiste en hacer consciente al yo de aquello que ha sido reprimido por el súper yo

La terapia bioenergética combina el principio de actividad a nivel somático con el procedimiento analítico a nivel psíquico. El paciente adquiere nuevas experiencias motrices que son integradas en el yo. La unidad del método está asegurada por la atención que se presta al carácter, el cual expresa los aspectos psíquicos y somáticos de la personalidad.


 El principio del placer  

Todas las terapias analíticas actúan en el marco de lo que conocemos como principio de realidad, es decir la capacidad del organismo para soportar el dolor o el displacer en razón de un mayor placer que espera obtener en el futuro. El principio del placer gobierna el pensamiento y el comportamiento de los individuos. El organismo busca el placer y evita el dolor. El principio de la realidad se deriva del principio del placer. El displacer o dolor se asocia al aumento de tensión, y el placer a su disminución. Podemos decir que la tensión surge como consecuencia de ciertas necesidades cuya satisfacción produce placer. La clarificación se ha de buscar en el área biológica. Tenemos así dos hechos estrechamente relacionados dentro de la función perceptiva: la proyección sobre la superficie del cuerpo y la proyección de esa superficie sobre otra superficie (la proyección del cerebro).








TODA TERAPIA ANALITICA ACTUA


DENTRO DEL MARCO DEL PRINCIPIO DE REALIDAD



PRINCIPIO DEL PLACER

GOBIERNA


PENSAMIENTO Y COMPORTAMIENTO




Hay dos funciones que dominan la vida vegetativa del organismo, a saber, la expansión y la contracción. A nivel psíquico la expansión es percibida como placer y la contracción biológica como displacer. El  desplazamiento de energía desde el centro del organismo a la periferia es funcionalmente idéntico a la expansión biológica y a la percepción del placer. Por el contrario, el desplazamiento de energía desde la periferia hacia el centro es funcionalmente idéntico a la contracción biológica y la percepción de displacer o ansiedad. El yo se limita a la membrana superficial. La expansión y la contracción son fundamentalmente fenómenos del ello. (57) El propio sentido de placer alberga el rudimento de la función de realidad que posteriormente ha de convertirse en el principio dominante del comportamiento humano maduro. Si la tensión surge en situaciones en las que no es posible esperar un relajamiento placentero, se experimenta ansiedad, la cual no constituye necesariamente una condición patológica.

Nuestro juicio debe basarse siempre en el principio de realidad. La ansiedad es patológica cuando es desproporcionada con respecto a la situación externa que la provoca. Aun no siendo patológica, siempre se experimenta como una amenaza al yo, amenaza que el organismo maduro trata de eliminar. También es patológica cuando se convierte en un estado crónico y fuera de control. Atendiendo a esto, podemos definir la salud como la capacidad del organismo para mantener su ritmo de pulsación dentro de los límites del principio de realidad.

El displacer es el estado de carga energética que precede a la descarga, la ansiedad representa una carga de energía en la que la descarga se esté bloqueada o contenida. Si la intensidad de la carga aumenta hasta el punto de llegar a amenazar la integridad de los elementos estructurales del cuerpo, se experimenta dolor. (58) Freud publicó en 1920 un controvertido libro, “Más allá del principio del placer”, en el que postulaba la existencia de dos fuerzas instintivas. Una el instinto de muerte (masoquismo primario- tánatos) conduce de vuelta a la naturaleza inanimada; la otra, el instinto de vida (o instinto sexual) impulsa a la vida en su desarrollo y en su evolución. Freud llegó a la formulación de estos conceptos después de observar dos fenómenos clínicos. Uno de ellos era el problema del masoquismo. Parecía haber ciertos individuos que deseaban que en las cosas no les fuese bien. En contradicción con el principio del placer, tales individuos parecían buscar las situaciones dolorosas dominados por una compulsión interna a seguir sufriendo y a experimentar el sufrimiento una y otra vez. El Propio Freud había dicho: “Mi afirmación del carácter regresivo de los instintos se apoya también en material observado, concretamente en el fenómeno de la compulsión a la repetición”.

En general, la repetición de estas actividades se basa en ciertas necesidades periódicas que dan lugar a un estado de tensión en el organismo en tanto no son satisfechas. El impulso resultante trata de aliviar dicha tensión, y sabemos que la liberación de esos estados se experimenta como un placer, sin importar  que la actividad sea comer, dormir, defecar o la descarga sexual. También es posible realizar otras actividades repetitivas, aun cuando no se espere de ellas un placer inmediato, si nuestro sentido de la realidad nos dice que nos proporcionarán  placer futuro. El principio de realidad es una modificación y no una negación del principio de placer. 

Cualquier sueño en el que el paciente vuelve a experimentar la situación traumática deberíamos interpretarlo como un intento de descargar el efecto reprimido, cosa que en general no llega a producirse al no haber una participación consciente. Los sueños repetidos son intentos repetidos de fracasos. 

Reich identificaba el placer y el displacer con el movimiento de la energía en el organismo. El movimiento hacia la periferia hace disminuir la presión interna, eleva la tensión superficial y facilita la descarga en el mundo exterior. El movimiento hacia dentro produce el efecto contrario. 

                   Así pues, en el mecanismo de disminución de la tensión podemos distinguir dos aspectos: El desplazamiento de energía hacia la periferia con la consiguiente expansión de la membrana superficial, y la descarga de sustancia y energía en el mundo exterior. 

                   El principio del placer se encuentra en el umbral de la vida.  

El principio de la realidad. Del mismo modo que el principio del placer es el modus operandi del ello, el principio de realidad constituye el método de trabajo del yo. El principio de la realidad, en tanto que opuesto al principio del placer, exige la aceptación de un estado de tensión y el aplazamiento del placer de  acuerdo con los requerimientos de la situación externa. A cambio, promete que dicha acción llevará a obtener un mayor placer o a evitar un mayor dolor en el futuro. Todos sabemos que el yo infantil no es capaz de tolerar mucha tensión. La frustración de una necesidad produce rápidamente una descarga motora, principalmente en forma de llanto. ¿Se desarrolla la tolerancia a la tensión con el control motor y como resultado de éste? El andar y el control de los esfínteres constituyen la base de la independencia del niño, Estas habilidades contribuyen a desarrollar el principio de realidad, a superar la dependencia receptiva y la necesidad de una descarga inmediata. Aunque esta última afirmación es verdad en parte. La experiencia clínica ha demostrado que cuando el control de los esfínteres se adquiere a una edad demasiado temprana, surgen tendencias neuróticas que debilitan la función de la realidad. El niño que se adapta demasiado pronto a la realidad adulta, a la larga fracasa. Una infancia y una niñez plenas y placenteras son la mejor garantía de un yo fuerte y de una buena función de la realidad.  Sabemos que la función bioenergética fundamental que dio lugar al principio del placer como determinante de la función psíquica fue el desplazamiento de energía desde el centro a la periferia y viceversa. El flujo de energía del centro a la periferia hace disminuir la tensión, tanto si va acompañado de una descarga de sustancia como si no, y es percibido como algo placentero. El displacer no es lo mismo que la ansiedad, la cual sólo hace aparición cuando la energía de un impulso no puede ser descargada.


PRINCIPIO DE LA REALIDAD


YO


HERRAMIENTA DE TRABAJO
 



                                                                                       Los impulsos, en lugar de moverse desde el centro a la periferia en cualquier dirección, se orientan a lo largo de una línea longitudinal que va desde un extremo a otro pasando por el centro.  Todos los animales superiores presentan la misma estructura fundamental. Al estudiar la estructura y la dinámica energética del organismo humano descubrimos que estos procesos han alcanzado su mayor grado de desarrollo.

                                                                                       El esquema corporal presenta tres segmentos principales, la cabeza el tórax y la pelvis, y dos estrechamientos, el cuello y la cintura. Estos estrechamientos sirven de apoyo sobre los que se ejecutan ciertos movimientos rotativos. 


CABEZA


TORAX


PELVIS
 



                                                                                       La capacidad de mover la pelvis de un modo controlado, con ayuda de los muslos (con suavidad en la primera fase del acto sexual y con mayor ímpetu después) permite que la energía se acumule en cotas más altas que si todo el acto fuese involuntario. Cualquier estado espasmódico crónico que afecte a estos músculos (muslos) produce una disminución del control y favorece la eyaculación precoz. El control puede aumentar de un modo neurótico hasta el punto de perder toda espontaneidad en el acto sexual.
                                                                                       Mucho antes de plantearse la cuestión del control de los esfínteres, la frecuencia de los movimientos tiende a disminuir y a hacerse  regular. Esta capacidad de contener y organizar los impulsos se desarrolla como parte del crecimiento natural del individuo y está relacionada con el desarrollo de aquellos órganos y estructuras localizados en el vientre y en la pelvis. 

Mientras más “fuera” del cuerpo,
mayor contacto con la realidad.

 La rigidez del vientre y del segmento anterior del abdomen limita una función de depósito intestinal predisponiendo un síntoma de descarga fecal frecuente y licuada (diarrea). Una sobre excitación emocional puede provocar la diarrea, por tanto, a una persona con estos síntomas le favorece tener descanso, una dieta blanda y la reducción de excitación emocional.

                                                                                       Un factor caracteriológico es la rigidez de todo el organismo y la incapacidad de responder mediante movimientos adecuados a las situaciones de stress o tensión. En el caso de diferentes test, incluyendo el Rorschach, mostraba un decaimiento emocional y una personalidad inmadura, con los niveles más maduros de expresión bloqueados, la descarga tendía a producirse a un nivel más primitivo. 

                                                                                       La rigidez general del organismo, apreciable en la musculatura tensa y espasmódica, hace que a estos individuos les resulte imposible soportar cualquier presión adicional. La presión externa es transmitida inmediatamente a los órganos blandos internos produciendo el trastorno. La flexibilidad permite reacciones de adaptación, imposibles de lograr sin ella, además de la unidad de todos los segmentos del cuerpo.

                                                                                       El extremo superior está especializado en la recepción de alimentos, agua aire e impresiones sensoriales. Todos ellos al servicio de aquellos impulsos instintivos, cuya misión es cargar al organismo, a diferencia de los dirigidos hacia abajo, cuya misión es la descarga.  La cantidad real de energía que puede ser contenida y concentrada en el cerebro humano es tremenda. En los organismos muy sanos produce un resplandor en torno a la cabeza. 

                                                                                       El individuo adoptará idéntica actitud frente a la realidad en su pensamiento y en su sexualidad.

La agresividad, que caracteriza la psicología del carácter fálico, se pone “igualmente” de manifiesto en su sexualidad.

La vida fantástica del carácter oral se refleja en la falta de contacto con la pareja en el acto sexual.

La “contención” psicológica del carácter obsesivo se deriva de una actitud similar hacia las funciones de descarga y eliminación.

La fantasía puede servir para liberar la tensión temporalmente ya que produce una expansión general del organismo, pero si el ciclo se detiene en este punto y no se completa, se produce una situación de irrealidad en la que se evita la actividad muscular, tanto en la extensión como la contracción rítmica, y en la que no intervienen el yo ni el principio de realidad. El resultado es una disociación entre la percepción y el estado real de tensión que persiste mientras actúa la fantasía.

La fantasía empleada de este modo no es lo mismo que el pensamiento inteligente y la imaginación. Estos últimos se derivan de la misma función, pero no son distorsionados como sustitutos de la realidad. La fantasía y sus derivados, la imaginación y el pensamiento creativo, desempeñan un importante papel en la realidad. Están situados al comienzo de un ciclo que termina en la acción; no pueden ser un fin en sí mismos. 

El yo procede del ello, al igual que el principio de realidad procede del principio del placer; esto ocurre sólo cuando se ha logrado estabilizar la orientación longitudinal y anti gravitatoria, y esto se logra con el desarrollo de la persona. La relación de estos dos principios siempre debe estar presente. Si el principio de realidad queda privado de su motivación y fuente de energía, que es el principio del placer, se vuelve estéril. El yo que niega su fundamento en el ello se vuelve seco y quebradizo.

El acercamiento sexual comienza como una expresión del yo. Mucho antes de que tenga lugar cualquier contacto físico, ambas personalidades se encuentran a través de sus ojos. El yo se manifiesta a través de los ojos hasta tal punto que un observador entrenado es capaz de evaluarlo a través de la expresión de éstos. El contacto físico que viene a continuación es todavía una función de realidad, ya que posee un carácter exploratorio. La actividad está aún dominada por la búsqueda consciente de una sensación más placentera, conservando el yo todo el control. En esta fase, el placer contribuye a intensificar la excitación y a despertar las sensaciones más profundas del ello. La participación del ello aumenta gradualmente.

Con la penetración, el sistema del ello extiende su influencia. 

Si el yo se identifica con las más profundas sensaciones de la percepción, la percepción consciente del placer aumenta en el transcurso del acto sexual.


En resumen, podemos decir que el yo se diferencia del ello sólo para perderse en él en los momentos supremos de la vida. El principio de realidad sirve para reforzar el principio del placer.

El ser humano posee un principio de la realidad más desarrollado que los animales.

El yo nunca puede ser mayor que el ello,
del que procede y del que forma parte. 

El principio de realidad, a diferencia del principio del placer exige que la descarga, sea aplazada en espera de un mayor placer.



No hay comentarios: